lunes, 22 de junio de 2009

Las currturas y la cultura dominante (y que quiere seguir dominando)

Uno de los más gratos placeres que he conseguido en este ejercicio llamado bloguería ha resultado ser el desenmascaramiento de la presunta inteligencia de una cofradía académica, seudoacadémica o protoacadémica que se ha dado en llamarse "clase pensante": esos bichos que creen ser dueños de una razón superior, digna de serle impuesta al resto de los mortales (esos seres inferiores que no fueron a la universidad, que son incapaces de pronunciar el apellido de Heidegger, y por supuesto también de tragarse sus libros). Son, paradójicamente muchos de los mismos que andan por ahí diciendo que creen en la democracia y en la libertad, pero son incapaces de romper ciertas cadenas: las que nos atan a concepciones canónicas de la vida, de la sociedad, del ser humano. Creen en la libertad pero están presos del convencionalismo que da por cierto y respetable todo cuanto ha esclavizado a la gente por generaciones.
En las últimas semanas perpetré un par de incursiones en un ámbito del que ellos se sienten dueños (la cultura) y de bolas que se les revolvieron las lombrices. Gente acostumbrada a pensar en todos los ámbitos humanos como en parcelas privadas, propiedad de las clases que han impuesto la forma, la naturaleza y el ritmo de las relaciones humanas, y a las cuales ellos pertenecen, no soportan que venga un cualquiera (porque uno es cualquiera, a mucha honra) a proponer otras lecturas de lo que ellos consideran verdades monolíticas e irrebatibles. Con todo, lo ladilla no es tanto lo que proponen o sugieren como tema de discusión, sino la increíble, desesperante, escandalosa, vergonzosa y sobre todo tragicómica incapacidad para comprender lo que han leído, y algo peor: la forma solemne y ampulosa, mediante insólitas contraargumentaciones que sólo se rebaten a sí mismas, en que intentan hacerte creer que entendieron.


El sartén de mis dos artículos titulados Currtura tiene más de un mango. Es muy frecuente (y válido, cómo no) que alguien interesado en rebatir el discurso completo se aferre al que le parece más débil para proceder a desmenuzarlo. También es frecuente en muchas personas, aunque no en estos tipos que se sienten superiores, que para rebatir algo de lo que dices hagan un malabarismo retórico mediante el cual dicen exactamente lo que tú dices, haciéndole creer al lector desprevenido (y en la blogósfera hay mucho de esto, en serio) que tú piensas lo contrario. Ejemplo práctico: tú dices "El racismo es una mierda y la opresión debe ser desterrada de la humanidad". Ellos te responden: "Tú eres racista, la opresión debe ser desterrada de la humanidad". Se apropian de tu discurso porque no tienen ninguno, o porque el que por impulso de clase deben defender les avergüenza.
Creo entender el proceso mental que los impulsa a reaccionar: aquel que se rebela ante el recordatorio de que en la historia de la humanidad ha habido minorías dominantes y mayorías excecradas; la actitud de quienes saben que hay una porción gigantesca de la humanidad que ha padecido injusticias, pero consideran peligroso e inconveniente que esas injusticias sean saldadas. El hombre blanco-europeo sojuzgó, explotó, impuso y lo sigue haciendo, y la imposición, la explotación y el sojuzgamiento ha sido un proceso doloroso. Va el reconocimiento de un elemento esencial: ha sido doloroso, pero es lo que tenemos. Somos producto de eso que tanto ha dolido, pero no por ello vamos a hacernos los güevones: esto ha sido producto de profundas injusticias y la humanidad no debe renunciar a recordarlas y menos a corregirlas. Qué de pinga aspirar a que todo siga como va cuando se pertenece a la clase beneficiaria del sudor y la sangre de los demás. Aquí se defiende el derecho de los pueblos del mundo a desamarrarse de la segregación, el exterminio, la explotación de todo orden; aquí se defiende el derecho de los pueblos indígenas y a los descendientes de africanos a buscarle alternativas a la servidumbre y la esclavitud a las que siguen sometiéndolos las corporaciones y las potencias mundiales... ¡y eso le parece a la clase pensante una declaración de xenofobia y racismo!

¿Qué tiene que ver esto con lo que se ha dicho sobre el tema currtura-cultura? Básicamente,

1) que es preciso recordar siempre que uno de los mecanismos más efectivos de sojuzgamiento de pueblos y naciones ha consistido en la supresión o arrinconamiento de manifestaciones culturales, mediante la imposición de "valores" que las culturas dominantes consideran superiores: la música académica es mejor, más culta, más elevada y más digna que el tamunangue; las variantes comerciales del rock son chéveres, el joropo es chabacano, etc.
2) que pese al valor que le otorgamos al aporte europeo a la cultura universal (incluida aquí la música) va siendo hora de distinguir entre los "bienes culturales" que se producen y se comercian por dinero, como mercancías que se compran y se venden, y las manifestaciones que el hombre produce por impulso natural y colectivo para su diversión y solaz, por amor a su herencia social y no por un sueldo o para enriquecerse.

Aquí se le reconoce valor a la música académica, pero no se le hace concesiones a la visión del mundo que considera superior a ese tipo de música por encima de ninguna otra manifestación musical. Aquí (y cuando digo aquí estoy hablando de esto que he sido, como individuo y como parte de un pueblo) se le reconoce valor a toda la música e incluso a los sonidos percutivos que no son exactamente música en su acepción canónica, pero se le profesa un más profundo afecto a lo que el pueblo hace para cantarle a la tierra, a las querencias, a lo llano del hombre simple. Yo sé y escribo sobre salsa, y la bailo en la medida en que se lo permite a mi swing mi ancestro gocho, pero según estos idiotas debo despreciarla porque ya declaré que hacer música por plata es una perversión del capitalismo. Imposible ponerlos a pensar en la diferencia que hay entre reconocerle calidad a algo y a tenerle más afecto. Hay que ser estúpido para no reconocerle valor y trascendencia a la música de Mozart, y hay que ser nazi o mamagüevo para creer que Mozart es superior a Pío Alvarado... o viceversa.
En contra de esto, a más de un payaso le ha dado por echarme en cara lo mismo, como si yo hubiera dicho lo contrario.

Aquí, como en ningún otro blog venezolano, se han celebrado las manifestaciones y el desarrollo del mestizaje y el poder de las mezclas y el sincretismo en la construcción de una sociedad distinta a esta cosa decadente en que vegetamos, y los burros de la clase pensante se han dedicado a gritar por ahí mi presunta búsqueda de la pureza.

Aprendan a leer, asuman su incapacidad para entablar un debate serio con nadie o váyanse a comer mierda.

jueves, 11 de junio de 2009

Currtura (II)

Le contaba a un interlocutor en este mismo blog que hace unos años, durante uno de esos episodios que hacen inolvidable la vida en pareja, cometí el error de comentarle a quien era entonces mi mujer que a los espaguetis que me acababa de poner en la mesa les faltaba algo así como una salsita. Aquella hembra retiró el plato con un violento jalón, se fue a la cocina y regresó al momento con el mismo plato pero full de salsa y ni un solo espagueti. Exactamente esa ha sido la reacción de la “clase pensante” al leer mis reflexiones sobre las orquestas del “maestro” Abreu, la música académica y la noción elitesca, exclusivista y fascista de cultura que campea en ciertos círculos: revirar diciéndome que si yo creo entonces que los millones que se destinan a las orquestas sinfónicas (más de la mitad del presupuesto del Estado venezolano para el sector Cultura) deben ir a parar a las arcas de los chimbangleros de Bobures. Pero por supuesto: para quien creció en la sociedad burguesa y nunca tuvo los cojones, ni la inteligencia ni el sentido de humanidad suficientes para combatirla, la cultura no es sino una mercancía más y que sus productos son buenos o malos según se les inyecte más o menos billete.

De una conversa con los Cayapos Ramón Mendoza y Ramón Carpio allá en El Vallito obtuve algunos datos reveladores, como ese que nos informa que las peculiaridades de tal o cual género musical tienen que ver con el modo de producción, con el ritmo y la forma de vida del cultor. Los músicos profesionales (esa perversión del capitalismo) sólo consiguen copiar y meterse unos reales con algo que es creación humana de generaciones. El vallenato auténtico lo cantan y tocan los agricultores y obreros de Valledupar y zonas de influencia; Carlos Vives, Los Diablitos, Farid Ortiz, son fenómenos comerciales deplorables porque su único objeto es ganarse una plata. La música de arpa, cuatro y maracas es patrimonio de vegueros y trabajadores del campo. Rock vergatario el que tocaban los obreros de Liverpool explotados a mansalva. Jazz universal y patrimonio de la raza humana el que nació en las plantaciones y galvanizó su vocación urbana en New Orleans. Hay que haber nacido en La Guajira para saber tocar un wootoroi y sólo en esas inmensidades suena bien ese raro instrumento: usted lo mete en un estadio o en un salón concebido para escuchar violines y le sonará horrible. La bandola que vino de tierras árabes y se filtró al llano colombo-venezolano vía Al Andalus (¿España?) comenzó su recorrido hace más de diez siglos en forma de laúd. Esa bandola que oímos hoy en Colombia y Venezuela es el producto de muchos siglos, muchas manos, muchas generaciones de disfrute y creación, no el objeto mágico de un genio que un día se encerró en su estudio y patentó el invento. Por eso la bandola de mi tío abuelo Juan Esteban García es eterna e inmortal, mientras que la bandola de Saúl Vera sirve sólo para coleccionistas de objetos raros.

El “mezclador” o cultor que experimenta, cuando pierde la conciencia de su origen, de lo genuino de su propia voz, se convierte en repetidor automático y a veces en impostor: ahí tienen a Luis Silva intentando ponerle sabor llanero a unas baladas que sólo podían funcionar como baladas; allí está Reinaldo Armas vendiendo unas falsas canciones de coleadores, cabestreros y agricultores, cuando él nunca fue agricultor, ni cabestrero ni coleador; ahí están los pobres muchachos del sistema de orquestas del “maestro” interpretando mediante una disciplinada lectura de partituras lo que la sangre no les dicta. Van a Viena a interpretar a Mozart y nos envían el notición: “Marico, aplaudieron a los chicos de la orquesta”. Pero de bolas: yo veo a un australiano descargándose una revuelta de arpa en un seis por derecho y también lo aplaudo.

La manifestación cultural venezolana más poderosa e indestructible son los tambores afroamericanos. Hace dos décadas Jesús "Chucho" García recorrió varios países de África en busca de algo que sospechaba, pero que no tenía como demostrar: que allá en las aldeas más recónditas, adonde no llega ninguna noticia o influencia de América, se tocaban exactamente los mismos tambores que en Curiepe y Cuyagua, y exactamente de la misma forma. Habrá que preguntarles a los defensores de la "cultura" esa que sólo funciona en grandes salones, en la academia y con grandes ingresos como "profesionales": ¿será que cuando a esos esclavos los trajeron en el siglo XVI les permitieron traerse consigo los tambores, manuales para tocarlos, profesores? ¿Será que les permitieron fundar una Casa de la Cultura? ¿Les habrán pagado un sueldo para que por favorcito siguieran tocando tambores aquí? NO GÜEVÓN: esos seres humanos vejados, sometidos a la humillación más espantosa de la historia humana, se trajeron los tambores en el cuerpo, en la sangre, en el cerebro. A ciertos "cultores", y al "maestro” Abreu, tú les quitas el sueldo y la burocracia y ya más nunca se ocuparán de producir una mierda. La cultura hay que buscarla entonces en lo profundo de la sangre, no en los nombramientos y contrataciones mnultimillonarios, y mucho menos en el aplauso de los intelectuales.

viernes, 5 de junio de 2009

Decálogo básico para ubicarse en la guerra actual

1.-Entender y recordar permanentemente que hay una guerra.

Tan sencillo como recordar cómo está dividida la humanidad y a causa de qué. En el mundo se ha enriquecido y llenado de poder una minoría cuyos privilegios tuvieron su origen en el exterminio y la explotación de enormes conglomerados humanos, personas que cometieron el error de nacer fuera de lo que se conoce cultural y políticamente como occidente, y por lo cual fueron y siguen siendo víctimas de la voracidad y la depredación del hombre culto-blanco-occidental-creyente de cualquiera de las religiones hegemónicas. Las víctimas de esta masacre son sus antepasados (de usted) y usted es el continuador de un largo proceso de resistencia y contraataque. El capítulo venezolano de la guerra (lucha de clases, se apresura un marxólogo a corregir) ha adquirido tales matices que es preciso un esfuerzo para ubicarse correctamente: para muchos lo más cómodo es creer que el conflicto aquí es entre chavistas y escuálidos, pasando peligrosamente por alto, o por debajo de la mesa, el precedente tremendo de la lucha entre quienes acumulan y los que producen o son segregados.


2.-Entender y recordar permanentemente que la guerra es más perversa cuanto menos se noten la masacre y los tiros.

A muchos nos cuesta entender que el único requisito que existe para que haya lucha de clases es la existencia misma de las clases. Usted es pobre y ve pasar a su lado a un rico en su nave espacial: eso es un signo de que hay una guerra. Porque si usted y yo no entregáramos nuestra fuerza de trabajo como en efecto la entregamos, a ese y otros potentados no les sobraría lo que a usted le falta. Lo más sano, para efectos de lo que conocemos como Proceso (o curso de la Historia, o viaje irreversible de la humanidad hacia la democracia plena, directa, sin jefes) es que esa guerra sea franca, abierta, que los potentados exhiban su prepotencia y nosotros nuestra rabia. Que nos repriman con violencia corporativa y que nos defendamos con violencia revolucionaria. Nos ha pasado muchas veces en nuestras sociedades en estado de descomposición que se dan momentos de estabilidad, de liquidez monetaria y de desahogo, y suele uno entonces confundir ese estado con la armonía o la “normalidad”. Lo cual es sumamente peligroso, porque puede hacernos olvidar que hay una guerra que es preciso radicalizar y acabar

3.-Entender y recordar permanentemente a qué bando uno pertenece.

Usted es de los nuestros si forma parte de la porción de la humanidad sometida a explotación, exclusión u otras formas de vejación para garantizarle el confort a las minorías acomodadas. En este caso su misión en la vida es recordar su origen, y hacer cuanto haya que hacer, no para salir usted individualmente o con su familia de la miseria o la pobreza, sino más bien para que el sistema que convierte a unos en esclavos y a otros en amos sea sustituido por otro donde todos quepamos y podamos vivir con dignidad. Haga lo que usted haga, suceda lo que suceda con su situación económica o vital (¿se ganó un premio gordo de la lotería? ¿Heredó una fortuna? ¿Atracó un banco? ¿Asumió un importante cargo que le deparará un buen sueldo y un acumulado en prestaciones? ¿Se está cogiendo a un(a) viej@ millonari@?) usted debe llevarse en los adentros, y manifestarlo en la expresión y en la conducta, el germen vital que le recuerda de dónde viene y a quién y a qué se debe. Usted nació pobre y su familia hizo magia para sobrevivir en pobreza. Usted no puede traicionar a su gente. Ponerse a vegetar y a transplantarse artificialmente en una clase a la que no pertenece (desclasarse) es una de las formas más vergonzosas de la derrota clasista.

4.- Entender y recordar permanentemente a qué bando le pide su conciencia que pertenezca.

¿Y qué hay si usted es rico, viene de familia rica o es eso que llamamos clase media? ¿Qué pasa si su familia acumuló riqueza (y usted mismo incurrió en ese –llamémoslo- desliz) pero su conciencia le indica que el camino correcto para la humanidad es la redención plena de los pobres, es decir, de sus enemigos de clase? Basta recordar que grandes hombres y mujeres, que muchos grandes revolucionarios traicionaron a su clase y son respetables figuras ejemplo y orgullo de humanidad: Ghandi, el Che, Bolívar. Si usted pertenece al bando de allá traicione a su clase, véngase para acá y colóquese del lado correcto de la humanidad.

5.- Entender y recordar permanentemente quién es el aliado y quién es el enemigo.

Tan fácil como mirar a los lados y saber quién está oprimido y quién es el beneficiario de la opresión. Sólo que, en el caso venezolano, el fenómeno llamado chavismo puede perturbar la visión de ciertas cosas y hacernos olvidar los postulados básicos de nuestra guerra, o lo que es lo mismo, hacernos perder el norte de nuestros principios. Hay un ministro o funcionario que le hace formidable trabajo al equipo político del Presidente y hace que éste gane elecciones. Pero ese compañero vive en una mansión, tiene servidumbre (esclavos), se desplaza en una nave que es un monumento al individualismo, al consumismo, a la contaminación y a la vanidad. ¿Estamos seguros de que ese sujeto merece ser llamado camarada? ¿De verdad pertenece a nuestro bando?

6.- Entender y recordar permanentemente que toda acumulación de riqueza es un acto de violencia contra los nuestros, y por ende contra la humanidad.

Incluso las formas legales de acumulación. Es tan despreciable y declarable objetivo de nuestras rabias y acciones el funcionario corrupto que se roba los centavos de un ministerio como el banquero que acumula ganancias apegado a las leyes. Un rico es un miserable, un elemento contra natura; es nuestro enemigo.

7.- Entender y recordar permanentemente que es imposible hablar en términos de reconciliación con el enemigo. Lo único que puede reconciliarnos es la liquidación del sistema que hace posible la existencia de explotadores y explotados.

8.- Entender y recordar permanentemente que estamos en una fase o momento de la guerra (lucha de clases) no convencional, y por lo tanto las armas que usamos nosotros y ellos no son convencionales ni pueden serlo. Liquidar físicamente a un enemigo en momentos en que no ha comenzado la fase bélica de nuestra guerra (caso venezolano) es perder una importante batalla, ya que éstas se desarrollan habitualmente en el escenario de la opinión pública.

9.- Entender y recordar permanentemente que no somos un ejército aislado sino parte de un ejército planetario de pobres y oprimidos contra la opresión y la discriminación.

10.- Entender y recordar permanentemente que en esta guerra las ideas clave son la demolición, la vida, la libertad y la creación: hay que demoler lo que existe, hay que aplicarse al formidable acto de vivir en libertad, y hay que construir aquello que sustituirá lo que estamos destruyendo.